Daniel Pérez
MI ENCUENTRO CON EL TAICHI
Comencé a interesarme a los 24 años. Al haber sido siempre un chico tímido y solitario, con intereses distintos, pasé por varias dificultades en la adolescencia y también me refugié en el alcohol y la música. Este último refugio, continua y continuará, como mi fiel compañera.
Básicamente, mi vida era interior, en un mundo de fantasía, pero cuando se trataba de cosas prácticas y de relaciones sociales, un desastre. Era una combinación de miedo y ansiedad.
Pero hay algo dentro del sistema humano, detrás de la fachada, detrás de la imagen que quieres dar a los demás, de la que tienes de ti mismo, incluso de la que ven los demás. Es la naturaleza, la esencia real, que está oculta pero quiere recuperar el equilibrio de la mente.
Pues bien, esa naturaleza asomó la cabeza, en cuanto pude calmarme durante un cierto periodo de tiempo. Como seguro que le ha pasado a muchísimas otras personas, cuando estás cansado de luchar, o has sufrido una crisis o un shock...un día, te rindes y descubres que, en realidad, no estás tan mal.
Pues bien, ese estado, duró unas semanas. Pero en esas semanas, me sentía muy tranquilo, alegre (no eufórico, era una alegría serena)...y es ahí donde comencé a buscar.
Si recuerdo que, sentía por vez primera que, las circunstancias externas podían ser buenas o malas, estaban más allá de mi control, pero el estado interno podía mantenerse en calma, y eso dependía de uno mismo. La vida parecía tener sentido.
Un día, leyendo un revista, fui (solo, como de costumbre) a un pequeño espacio cerca de casa, una especie de pequeño lugar entre edificios y calles llenas de tráfico, con un par de bancos para sentarse y donde los vecinos llevaban a sus perros a pasear y hacer sus necesidades. A la hora que fui, no había nadie, me senté y estuve leyendo un artículo o entrevista sobre el maestro Dhiravamsa y su discípulo, el maestro Tew Bunnag, sobre Meditación y Taichichuan. Supe que eso era lo que yo quería, lo que podía salvarme. No es casualidad que el segundo libro que compré en mi vida sobre el tema, fuera el libro de Tew Bunnag. “Taichichuan, camino de curación”.
Como en ese momento, no tenía trabajo fijo, hice buen uso de apenas 2000 pesetas de la epoca ( el equivalente en valor actual a poco más de 20€;). Compré una edición de bolsillo muy barata del “Tao Te King” (Dao De Jing), el clásico Taoísta de Lao Tze. Y después, inspirado por lo que había visto, compre un libro de Taichi; “Tai Chi Chuan, un camino hacia la salud y la armonía” de Ferran Tarragó.
Conservo esos libros, ahora con hojas amarillentas por el paso del tiempo.
La versión del Tao Te King, era mi compañero de viajes en el metro, o si iba a la playa en verano...al ser los versos que lo componen, intentos de transmitir el Tao, el orden natural del cosmos, creo que su análisis intelectual no otorga demasiado beneficio, sólo da para discutir, debatir o analizar desde distintos ángulos. Eso no lo sabía entonces, claro, es una reflexión que hago ahora, con la perspectiva del tiempo. Pero a mi, sin entenderlo del todo, si que me servían, porque algunos de ellos explicaban cómo me sentía en aquellos días de luz, tras años de oscuridad.
El libro de Taichi, lo compre con la inocente intención de practicar en casa, solo, por mi cuenta. El día que lo compré, estuve más de una hora comparando todos los libros sobre Taichi de la librería. Quería que incluyera una información preliminar sobre el arte y una parte práctica que dijera cómo practicar los movimientos.
Creó que acerté. El libro es muy inspirador, con información fascinante, sobre todo, para alguien recién llegado como yo.
Curiosamente, once años después, conocí al autor, Ferran Tarragó por casualidad, y después pude hacer alguna clase con él.
Estaba obsesionado con el arte del Taichi, sabía que era un arte meditativo, que detrás de los movimientos se encontraba ese mismo estado de serenidad y desapego que yo sentía esos días.
Es imposible aprender de un libro, pero debo decir que ya sea en mi habitación, o en el bosque (pasé las vacaciones en el campo, en Galicia, en la casa de mi familia), tuve la disciplina y la paciencia de seguir las instrucciones. Mi forma técnica no era buena, pero estaba relajado. Me sentía muy bien, para mí, no era importante ningún otro aspecto que no fuera el del Taichi como “Meditación en movimiento”, como un arte para fluir en armonia con la naturaleza, para encontrar la belleza y la calma de la vida.
En el libro, se describía una versión del famoso y antiguo grupo de ejercicios Chikung, llamado "Ocho Piezas del Brocado", como preparación a la "forma" o serie de Taichi. Solía practicar éstos ejercicios por la noche, antes de irme a la cama...aunque los practicaba sólo como ejercicio físico suave, como estaba mentalmente relajado, estoy seguro de que recibí beneficios.
Fue un año después cuando fui a aprender Taichichuan a una escuela, pero de eso ya hablaré en otro artículo.
Naturalmente, en aquellos momentos no sabía que el arte del Taichichuan era tan profundo, que no sólo incluye aspectos meditativos y filosóficos, sino que es un excelente arte marcial y un ejercicio terapéutico de primer orden.
Pero fue el primer paso de mi desarrollo personal y espiritual, que todavía sigue...y por eso, hoy al pasar por delante del lugar dondé me senté a leer con ilusión y esperanza, he escrito éstas palabras a modo de homenaje a mí mismo, o mejor dicho, a la mente natural que hay detrás de mi identidad.
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